Distinción Conciencia 2018 para el vivir bien y buen convivir
La Junta Abya yala por los Pueblos Libres –JAPL- otorga la distinción anual “Conciencia Abya yala”, en la versión 2018, a las agrupaciones que estudian y estimulan el vivir bien y buen convivir, es decir, la vida comunitaria en armonía con la naturaleza, y que colaboran desde ámbitos comunes en la resistencia al actual sistema que perturba la biodiversidad, saquea las riquezas y patenta la vida.
Entre estos grupos
variados elegimos como referentes auténticos a Nora Morales de Cortiñas, Rafael Lajmanovich y Damián Verzeñassi,
para dejar en sus manos sendas obras de arte, con la intención de que sus ejemplos
nos orienten hacia un mundo hoy invisibilizado y expropiado, y nos alumbren el
camino a la descolonización.
Ellos dan con
generosidad su tiempo y sus conocimientos, y se muestran abiertos a las
diversas influencias del paisaje y los saberes de nuestras comunidades.
Con este gesto, a Damián, Rafael y Nora les expresamos un ¡gracias compañeros! Su mensaje nos dice Abya yala, nos dice tekó porá, vivir bien y bello, buen convivir; sumak kawsay o suma qamaña, pronuncian en el altiplano, kume felen los mapuches; como en el norte, bajo el símbolo del Quetzalcóatl, llaman “toltecáyotl” a las artes de vivir en equilibrio, y toltecas a quienes practican esas artes.
Por esas raíces
ocultadas queremos ir a los nutrientes que nos liberen del estado de confusión,
y ustedes nos ayudan a hallar resquicios en nuestra vida cotidiana.
Con ustedes y con
tantos rebeldes del Abya yala vamos a mantener encendida las llamas del
conocimiento, el amor, la amistad, la conciencia, y nos vamos a cargar de
energías de otro orden para enfrentar los desafíos de la hora.
El reconocimiento
será entregado en febrero de 2018, en un encuentro en memoria de la Batalla del
Espinillo y la inconclusa revolución artiguista, para consolidar nuestros
estudios entorno de la relación hombre / naturaleza y los problemas derivados
del acaparamiento de las tierras, el desarraigo, y el hacinamiento de las
poblaciones en los barrios.
VIVIR BIEN. Para el vivir bien hay que
escuchar bien, danzar bien, saber amar y ser amado, saber pensar; hay que saber
dar y recibir y caminar bien, entre otras vías. Nada de eso depende de la
cantidad, la decisión individual o el competir. El vivir bien reconoce en el
otro un complemento, y más: el otro soy yo mismo.
El que bien camina no
se cansa, y no camina solo, camina al compás de la madre tierra, con sus pares
del paisaje, sin atropellos ni vanidades.
En los senderos
marcados o recuperados por estas personas y comunidades señaladas podemos
sentir el ritmo del Abya yala, lejos del fundamentalismo individualista
occidental, lejos del despotismo del estado, del mercado y las academias, y
lejos también del unitarismo que en la Argentina es genocida. La unidad incluye
la pluralidad, la interculturalidad. Pero el unitarismo no es unidad, es su
contrario: uniformidad, para arrasar los lugares, las autonomías, y someter a
los otros.
¿No es el estado un
instrumento coercitivo de una clase para dominar a las otras? ¿No es el mercado
un espacio donde las mercancías toman una vida propia que mediatiza y esclaviza
a los hombres? Pero en todos los rincones hay mujeres y hombres bien plantados
para mantener la llama encendida, es decir, que no se resignan al sistema; hay
comunidades que así como alumbran sobre los daños del capitalismo y el
imperialismo y sus causas, muestran ámbitos y modos de superar el sistema
impuesto.
Nuestro país está
enfermo de violencia contra la naturaleza. A ese extrañamiento llamamos
alienación. Y también enfermo por el desarraigo y el destierro de vastas poblaciones,
luego apiñadas en los suburbios de las grandes urbes. Allí son expuestas a
enfermedades que se potencian en ese amontonamiento, al punto de ofrecernos una
versión actual del racismo. Ni árboles, ni pájaros, ni gurises en nuestros
campos. Por eso se impone una revisión del estado de cosas, y por eso valoramos
a los grupos que usan las herramientas a mano para rebelarse contra el sistema
y denunciarlo. Sin ser a veces culturas ensambladas como el tekohá guaraní, nos abren caminos hacia
ese mundo, con la paciencia del que deja madurar los frutos.
COMPARTIMENTOS ESTANCOS. Por caminos inciertos nos vuelven
los saberes milenarios, nos invitan a explorar alternativas. Entonces florecen
maneras de conocer y relaciones con raíces vivas en compañeras y compañeros que
se saben miembros del paisaje y no ajenos o espectadores, no usuarios, no meros
consumidores.
Activistas
negros de Colombia llaman biodiversidad a la confluencia del territorio y la cultura. Un árbol, un pez, un
chamamé, una poesía, una batalla por la emancipación, un arroyo, un libro, una
militante, un obrero son expresiones de la biodiversidad así entendida.
Advertidos de la
soberbia de aquella falsa ciencia que se coloca por encima y deja en un abismo
otras formas del saber, apreciamos a aquellos que escuchan los mensajes imperecederos de la Pachamama. Con ellos
rompemos los compartimentos estancos, recuperamos la mirada de cuenca,
integral, y abolimos los títulos nobiliarios desde el lema de los pueblos
libres que dice “nadie es más que nadie”.
Celebramos que,
entre vecinos como los mencionados, surjan espacios críticos. Dice la Unión de
científicos comprometidos con la sociedad y la naturaleza de América Latina: “Vivimos una crisis civilizatoria global sin precedentes en todas las
esferas de las actividades humanas, a la que nos ha llevado el capitalismo y
modelos similares que fragmentan al hombre de la naturaleza”.
Como respuesta a estas voces de alerta, hacemos pie en nuestras propias
culturas vivas, en las comunidades que pueden saludar al sol. Muy pocos logran ver la
dimensión del problema de la ciencia occidental usada para el dominio y el
epistemicidio, es decir, para matar otros modos del conocer. Para nosotros, esa
ciencia colonial y falsa no es más que propaganda o engaño, y termina avalando
por caso el “crecimiento sostenible”, las “buenas prácticas” o la manipulación
genética, macanazos para hacerle el juego a los poderosos. Por el contrario,
con su manera de encarar una ciencia digna, estudiosos como Damián y Rafael
tienden puentes entre saberes para integrar sin despreciar, e incluso para “dar
vuelta el viento, como la taba” y mostrar desde distintos ángulos que (como
dice el refrán) “cuando la ciencia es digna, el glifosato daña”.
BANDA ROJA. Estamos en los pagos de la
resistencia charrúa, somos herederos de siglos de luchas de nuestros pueblos
originarios contra el sometimiento, y de una banda roja (expresada en distintas
banderas) que nos dice independencia, soberanía particular de los pueblos,
dignidad, libertad en toda su extensión imaginable; un emblema incompatible con
la concentración de la tierra o del poder, pintado en el campo de batalla y en
los fogones y las ruedas de mate, porque eso tiene este símbolo de conciencia,
asamblea, tradición, lucha intransigente y sangre derramada por la libertad.
Y estamos en un
pueblo que se organiza en las grietas del sistema para decirle que no a los
represamientos, al fracking, a la fumigación con venenos, a la erosión del
suelo, al desmonte; decirle que no al derroche de energías no renovables, a la
promoción de industrias sucias, a la contaminación de los arroyos, a la
inescrupulosidad inmobiliaria, al acaparamiento de tierras para la
especulación, y al consumismo que remolca tantos males. El “no” se cuece a
fuego lento, no está dicha la última palabra.
DESOBEDIENCIA. Todavía no logramos coincidir en
las causas de esta guerra declarada por el sistema a la biodiversidad. Nuestras
agrupaciones dan respuestas limitadas, aisladas, focalizadas. Por ahí nos
sentimos en retirada, batiéndonos sí, pero en retirada, y vienen compañeras y
compañeros como Damián, Rafael y Nora a alentarnos, a decirnos que las leyes del sistema nos tienen que
encontrar en la resistencia. Desobedecer cuando toquetean la genética,
desobedecer cuando patentan semillas, cuando ponen en riesgo los embriones,
cuando atacan a los árboles, al río, a las abejas; desobedecer cuando asechan
la soberanía alimentaria, cuando inventan mega obras sin licencia social,
cuando represan los ríos, y cuando concentran las propiedades en manos de unos
pocos y echan a las personas de sus hogares para convertirlas en sobras.
Desobedecer al sistema que nos ataca por estos y otros flancos.
TRES TESTIMONIOS. Damián
Verzeñassi explicó en La Haya
los tormentos del régimen agrícola impuesto. Ayudó a ver la magnitud del
ecocidio y el genocidio, y con sus pares sigue visitando nuestros pueblos para
conocer y prevenir. El juicio a Monsanto, en el que nos representó, fue un
ejercicio para la emancipación. Y así como le decimos no a Monsanto y sus
aledaños, decimos sí a la vida plena, la agricultura familiar, el equilibrio,
los alimentos sanos.
Rafael Lajmanovich nos despertó hace décadas para
señalarnos las malformaciones que estaba observando en nuestros campos. Cada
año nos entrega con sus pares nuevas herramientas para prevenirnos del
ecocidio, y para apuntar que algunos gobiernos que se dicen distintos coinciden
en el aliento a la economía de escala y las tecnologías que convienen al
régimen.
Ellos escuchan las
campanas de alerta y nos cuentan. Con ellos tomamos nota de las fuentes de
apuros, deseos ficticios, falsas soluciones. Con ellos nos inclinaremos ante la
Pachamama a confesar nuestra ignorancia.
Todos tenemos en el
río un hermano. Para escuchar sus mensajes sabemos que debemos cerrar los ojos.
Juntos vamos tomando
conciencia de que el paisaje está quebrado sin esas ranas, sin esos niños, sin
esos trinos, sin esos silencios, esas melodías y esos tambores donde habita la
amistad. Que sean dos entrerrianos desplegando sus conocimientos en Santa Fe y
todo el litoral, es un símbolo de la continuidad de la nunca muerta Liga de los
Pueblos Libres.
Nora Cortiñas y las Madres amplían la mirada
restringida de los derechos humanos occidentales. Su acompañamiento a los
pueblos originarios, y al admirable acampe de la localidad de Malvinas
Argentinas en repudio a los transgénicos y su tecnología, son testimonios
vitales. Ellas nos llaman a prestar atención a la biodiversidad y a esos pueblos
aplastados por el sistema, como nos alientan a levantarnos y resistir, con
independencia de la partidocracia y otros intereses sectoriales. Estar, siempre
estar con los rebeldes.
Para Nora y las
Madres (como para nosotros) los derechos humanos no deben ser herramientas al
servicio de valores occidentales para seguir imponiendo miradas dominantes,
sino contribuciones para un despertar; perspectivas que contribuyan a los
rebeldes a dar la lucha para poner algunos valores nefastos –el racismo en
todas sus formas, el sexismo, el androcentrismo, el eurocentrismo, por ejemplo–
bajo una prohibición perpetua, y para recuperar el lugar del humano junto al
resto de los seres, como hermano y no como dueño y señor.
Donde el poder no
escucha, las Noras son todo oído; donde el poder embiste, cavan trincheras;
donde el poder hace desaparecer, alumbran y cobijan; donde el poder fragmenta y
compra voluntades, amasan el pan común. Ser compañero, y no aceptar las
tentaciones de los ladrones de riquezas y sueños: ese es el legado de las
Noras. Y hacer del dolor más hondo la conciencia más noble y colectiva, con un
sencillo pañal de bebé en la cabeza, hecho pañuelo y bandera. “Todos son
nuestros hijos”.
Como en el amor,
estas gauchadas no se miden.
PACHAMAMA
Gracias a la
generosidad de nuestras comunidades y nuestros pensadores y a la resistencia de
los saberes guardados del huracán invasor, hoy podemos saludar en agosto a la
Pachamama; podemos hablar de precaución, de peligro, y analizar nuestros
propios vicios en la colonialidad, es decir: en esa subordinación naturalizada.
Con este
reconocimiento llamado “Conciencia Abya yala” nos proponemos señalar modelos,
estimular el conocimiento y el encuentro. Así lo hicimos antes con la frescura
de los jóvenes que navegan nuestros ríos a remo para conocer y generar
conciencia ecológica; con la valentía de los luchadores haitianos que nos
marcan un camino de dignidad desde hace siglos; con la dignidad de los pueblos
originarios en los que hallamos fuentes de saber ocultadas por el sistema y
tradiciones que hacen al ser humano compatible con su entorno, pidiendo permiso
al monte, al río; con la serenidad de las familias pescadoras y orilleras y esa
forma tan natural de darse y compartir lo poco y vivir en la naturaleza; con la
lucha de los trabajadores y ecologistas, y con el talento solidario de los
artistas, que se dan la mano para recuperar la armonía y estar pertrechados de
honduras.
Inspirados en esa
conciencia, hace años declaramos al maíz “semilla venerable e inviolable”. El
maíz, como alimento ancestral y manifestación de las ciencias del Abya yala al
servicio de la vida, expresa a todas las semillas. Hoy nos encontramos con
estas semillas que dicen a muchas otras, y que esperamos abonar conociendo sus
aportes.
Compañeros Rafael,
Nora, Damián: no hay mejor distinción que escuchar bien, y en eso estamos.
Gracias.
Junta Abya yala por los Pueblos
Libres –JAPL-
Paraná, 1ro. de
octubre de 2017.
Juan Antonio Vilar
Alberto Dorati
Abel Schaller
Américo Schvartzman
Andrés Petric
Antonio Tardelli
Carlos Alberto Godoy
Carlos Andrade
Carlos Natalio Ceruti
Carlos Weber
César Baudino
César Pibernus
Claudio Puntel
Daniel Tirso Fiorotto
Elio Kohan
Fortunato Calderón Correa
Gustavo Lambruschini
Haydeé Orrantia
Hugo Luis Rivas
Ignacio González Lowy
Jorge Villanova
Juan José Rossi
Julio Barbagelata
Julio Majul
Lucrecia Brasseur
Luis Lafferriere
Marcelo Perini
María José López Ortiz
Mario Alarcón Muñiz
Mario Daniel Villagra
Mario Escobar
Mario Leonardo Londero
Martha Bader
Martín Barral
Mauricio Castaldo
Mercedes Fiorotto
Oscar Milocco
Pedro Aguer
Ricardo Bazán
Roberto Bereciartúa
Santiago Fiorotto
Sergio Daniel Verzeñassi
Silvina Suárez
Víctor Hugo Sartori