Declaración en defensa del maíz y la vida
Las
organizaciones y las personas particulares que firmamos al pie resolvemos de
común acuerdo convocar a los pueblos y sus instituciones a declarar al maíz
(Zea mays) semilla venerable e inviolable de Abya yala y el planeta,
alimento sustancial de la especie humana.
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Declaración en defensa del maíz y la vida
Las
organizaciones y las personas particulares que firmamos al pie resolvemos de
común acuerdo convocar a los pueblos y sus instituciones a
1-Declarar
al maíz (Zea mays) semilla venerable e inviolable de Abya yala y el
planeta, alimento sustancial de la especie humana.
2-Desconocer
toda patente privada o propiedad intelectual sobre la semilla o la planta del
maíz.
3-Luchar
contra toda norma o proyecto que condicione la libertad individual, familiar y
colectiva en la siembra del maíz, que ponga en riesgo sus extraordinarias
condiciones alimenticias o atente contra las variedades.
4-Impugnar
el uso de granos de maíz para combustibles e impulsar todas las acciones
tendientes a facilitar el cultivo del maíz en forma sustentable y el uso de sus
derivados en la lucha contra el hambre.
5-Exigir
a las autoridades nacionales, provinciales y locales que las personas, empresas
o estados que hayan producido mutaciones genéticas en el maíz sean impedidos de
usar la palabra maíz o cualquier otro nombre vulgar del maíz en sus variedades
y estados. Esto, hasta tanto los transgénicos sean erradicados de nuestros
territorios. También, mientras tanto, exigir el etiquetado y pintado de OGM
(organismos genéticamente modificados) derivados del maíz no aptos para el
consumo alimentario humano, para aventar cualquier posibilidad de adulteración
o confusión; como el etiquetado de todo producto transgénico que se introduzca
en nuestras dietas cotidianas, por el derecho de los pueblos a estar
informados.
(Algunos
nombres vulgares: choclo, elote, mazorca, abatí, altoverde, borona, canguil,
capiá, caucha, cuatequil, malajo, mijo turquesco, millo, zara, panizo de
Indias, cabellos de elote, vellitos de elote, pelos de elote, abaté, avatí,
guate etc.).
6-Atacar
por fraude comercial el argumento engañoso de “equivalencia sustancial” entre
las variedades del maíz y los transgénicos, porque sus efectos sobre la vida no
son los mismos, y en algunos casos están en las antípodas.
7-Determinar
si la manipulación genética del maíz debe ser declarada delito de lesa
humanidad, como se impone por los estragos que puede acarrear al mundo. Hacerlo
desde elementales principios precautorios.
8-Repudiar
la producción de semillas estériles (como la anunciada tecnología Terminator)
por las catastróficas consecuencias que puede provocar en la biología y la
economía; y analizar la necesidad de aplicación de penas graves a los
responsables de contaminación de variedades con semillas OGM (organismos
genéticamente modificados) en cualquier parte del mundo, en especial en los
territorios del Abya yala, cuna del maíz.
9-Promover
el cultivo sustentable del maíz y la investigación para garantizar la
diversidad en variedades, mejorados, híbridos, considerando los distintos usos,
climas, suelos, latitudes y épocas, y a la vez asegurar el alimento sano para
todos; intercambiar y cultivar las distintas variedades con acciones
colectivas, redes y bancos de datos, y repudiar la presencia de transgénicos
con actitud personal y grupal. Desvivirnos por mantener las semillas
originales, maravillosa herencia sin dueños y con fines alimentarios. Prestar
atención a nuestras propias experiencias y no poner confianza ciega en la
técnica moderna.
10-Defender
y promover la diversidad biológica, y resistir los planes que generan riesgos
gravísimos sobre la salud del ambiente y de la especie humana, sobre la
alimentación de las distintas especies, y sobre los más hondos y reconocidos
derechos biológicos y culturales. Defender la libertad del hombre y de la
semilla misma y los derechos de los seres que consumen y producen maíz, y
combatir toda acción que tienda a crear o sostener monopolios u oligopolios en
la producción y la comercialización.
11-Denunciar
a toda persona, empresa o institución, pública o privada, que pretendan
manipular genéticamente el maíz aplicando tecnología para obtener Organismos
Genéticamente Modificados –OGM- (lo que debe diferenciarse claramente de las
antiguas y recientes hibridaciones), o que quieran aplicar mutaciones que
impliquen la apropiación de las semillas y de su genética y generen riesgos
innecesarios; y demandar a las firmas por la apropiación y puesta en riesgo de
decenas de miles de genes.
12-Estudiar
el modo de expulsar de nuestros territorios a las empresas que realicen
manipulación genética del maíz o que monopolicen la comercialización del maíz,
y las corporaciones que pidan o faciliten la manipulación genética o el
acaparamiento de patentes sobre las semillas del maíz, o cualquier otra, o que
impidan su libre siembra y cosecha.
13-Prohibir
la apropiación genética por particulares, prohibir el monopolio o el oligopolio
de las semillas, y asegurar la propiedad social de los germoplasmas para
garantizar el principio de libertad, aún en conciencia de que el maíz no es
patrimonio de la humanidad sino del mundo.
14-Desarrollar
programas propios, soberanos, sustentables, sin manipulación genética; asegurar
la calidad del suelo y mejorarla, evitando técnicas que agudizan la erosión y
degradación y exigiendo las rotaciones necesarias, advertidos de los males del
extractivismo de minerales; luchar por la preservación de las especies,
proteger al extremo a las especies polinizadoras (como las abejas); sostener la
soberanía alimentaria y la producción de alimentos y no de mercancías, con uso
altamente eficiente y austero de energía renovable, con participación de
campesinos (las mujeres y los hombres que trabajan la tierra, sin distinciones)
y consumidores, y con la exclusión lisa y llana del capital financiero
especulativo que todo lo distorsiona.
15-Tomar
conciencia de que estos principios se extienden a todas las semillas sin
excepción, pero hacemos hincapié en el maíz por razones de historia y cultura
del Abya yala, y de oportunidad, dada la guerra desatada por las
multinacionales (amparadas en el poder financiero que las respalda y el poder
militar de sus estados) contra la libertad de nuestros pueblos en el uso de un
alimento esencial al que todos los seres vivos, sin ninguna excepción, tenemos
derecho (desde el derecho a agradecer al maíz sus servicios). Subrayar que el
avance de la conciencia sobre el maíz y su divulgación por medios masivos,
escuelas, centros culturales, gremios y diversas entidades, servirá de tracción
para la liberación de todas las semillas y la soberanía alimentaria.
16-Reconocer
que la manipulación genética del maíz y toda la tecnología comercializada a su
alrededor es un aspecto del sistema colonial extractivista que ataca hoy
también con la megaminería a cielo abierto, la fractura hidráulica y otros
sistemas y proyectos parecidos, con graves efectos contaminantes en el agua, el
aire y la vida.
17-Remarcar
el derecho de los pueblos a defenderse contra la codicia (principalmente del
capital financiero) que está acelerando el camino a la destrucción de los
alimentos y la vida, y reconocer el necesario compromiso de los pueblos para la
superación del estado actual. Advertir que, en un peligrosísimo maridaje, los
grupos de poder económico, político y militar, multinacional o local, quieren
quedarse con la llave de la vida y la muerte, y los pueblos tenemos el derecho
y la obligación de conocer, organizarnos, resistir y encontrar o crear modos
propios.
18-Organizar
en la región litoral, en la Mesopotamia y en Entre Ríos más específicamente,
dadas sus condiciones naturales y otras razones, o en otras regiones, Zonas o
Regiones libres de transgénicos y otras contaminaciones, para asegurar la
naturaleza de las semillas, sean exóticas o silvestres, incluso con bancos de
germoplasmas. Observar que, cuando tomemos conciencia de los gravísimos
problemas generados por algunos hombres hoy poderosos y cuando los temibles
efectos que deben esperarse del actual sistema ya sean inocultables, esos
reservorios de diversidad biológica permitirán extender y recuperar las
condiciones naturales.
19-Tomar
conciencia de que enfrentamos una secuencia técnica, económica, social y
cultural, que involucra a los transgénicos, los agrotóxicos, el capital
financiero, la expulsión de campesinos, el consumo desmedido de energía y la
naturalización del consumismo como necesario y único camino. Y considerar que
estamos ante emergentes, es decir, consecuencias de un régimen capitalista con
creciente exigencia de energía y más concentración económica y uniformidad; un
régimen capitalista que se está comiendo el planeta, de modo que la conciencia
ambiental es central, pero no excluyente, para superar este sistema perverso.
20-Analizar
esta problemática no desde el productivismo o con una mirada muy focalizada,
sino desde las antiguas y siempre vigentes sabidurías y cosmovisiones que nos
devuelven a la armonía de la especie humana en la naturaleza, donde la tierra
no es del hombre sino el hombre de la tierra, donde todos nos hacemos un alto
compromiso con la alimentación sana de todos y para ello ofrecemos nuestros esfuerzos
y nuestra solidaridad; y donde nos sacudimos el peligro del cientificismo que
hoy interviene en forma irresponsable y toquetea con soberbia una complejidad
natural que no conoce, para poner sus falsas certezas al servicio del sistema
financiero imperante. Estudiar el caso del maíz, como el de todas las semillas,
desde una perspectiva integral, observando las múltiples interacciones de la
naturaleza y la cultura. Y constituir una Mesa del maíz, para estudiar a fondo
la problemática, con las experiencias de los países de Abya yala y debatir
sobre los alimentos.
FUNDAMENTOS
Hemos
redactado esta Declaración teniendo en cuenta:
Que el
maíz (Zea mays), originario del Abya yala (nuestro continente mal llamado
América), es considerado el alimento humano por excelencia.
Que su
nombre es una voz originaria de pueblos antiguos de este continente, y está
identificado con la alimentación sana, abundante, natural, accesible, con mano
de obra campesina.
Que se
conocen trazas del maíz como alimento humano cultivado desde hace más de 6.000
años en el Abya yala.
Que hay
pruebas del aporte humano en distintas épocas para que el maíz sirva a la
alimentación de animales y humanos.
Que
ninguna nación del Abya yala, ningún pueblo, ninguna familia, ninguna persona,
de las muchas que cultivaron el maíz e hicieron esfuerzos para que el maíz nos
siga acompañando en la actualidad han pedido recompensa, o han patentado la
semilla, sino que, por el contrario, todos, durante miles de años, colaboraron
en forma colectiva y compartieron la semilla, los conocimientos en torno de
este vegetal y los ofrecieron al planeta entero sin pedir a cambio ningún
derecho especial y menos arrogarse la propiedad excluyente de la semilla.
Que esto
de la apropiación es un efecto del capitalismo, que en el caso de las patentes
sobre los genes ya muestra una de sus peores armas destructivas.
Que los
estudiosos aportan versiones distintas sobre el origen del maíz y sus
variedades, pero todos coinciden en que su cuna es el Abya Yala, sea más al
norte o más al sur, de modo que ha sido fuente de vida no en una sino en muchas
culturas de esta tierra, y se fue convirtiendo en vastas regiones del
continente en inspiración y sustento cosmovisional y mítico, de la identidad de
los pueblos productores.
Que no
puede atribuirse a ningún ser humano, a ninguna corporación, a ningún estado
remoto o contemporáneo la creación del maíz y por lo tanto es inconcebible
reconocer título de propiedad sobre la genética del maíz, en cualquiera de sus
variedades. La introducción de un gen en miles, para quedarse con todos, es un
caso claro de usura que debe ser repudiado y condenado.
Que el
maíz forma parte también de la cultura en general de Abya yala, el arte y las
creencias de nuestros pueblos y que de una u otra manera las culturas y los
pueblos del Abya yala y del mundo expresan su agradecimiento y su amor por este
maravilloso vegetal.
Y hemos
considerado:
Que
poderosos grupos transnacionales decidieron apropiarse del maíz, con la
introducción de mutaciones genéticas artificiales.
Que esos
grupos se aprovechan de sus ventajas financieras y militares para presionar a
las culturas del mundo y a los estados, convertidos en muchos casos en
subordinados de las multinacionales contra los derechos de los pueblos.
Que
también en muchos casos, basados en el modelo colonial que se resiste a morir,
esos grupos se quedaron (mediante diversas estrategias) con los resultados de
investigaciones realizadas por organizaciones estatales, con logros
científicos, recursos y fondos del pueblo.
Que
mientras el maíz es fuente milenaria de alimentación sana, exquisita, nutritiva
como pocas (rica en carbohidratos, proteínas, grasas y minerales), los cambios
genéticos dan un vegetal manoseado que está en las antípodas del maíz y por eso
no debe darse a ese engendro el nombre maíz. Además de variar en forma negativa
hasta el gusto natural del maíz (por distintas razones), el engendro está
denunciado por enfermar a la especie humana, incluso con experiencias que deben
atenderse porque demostrarían que el consumo de transgénicos produce el cáncer
a las especies animales que los consumen.
Que la
pulverización con agrotóxicos (bien ligada a los transgénicos) puede enfermar a
los embriones (animales, humanos) y ser teratogénica (producir monstruos), ante
lo cual se imponen los derechos derivados del principio precautorio.
Que las
nuevas tecnologías para el cultivo de transgénicos contaminan el ambiente como
pocos sistemas lo hacen, y ponen en riesgo a miles de especies vegetales y
animales, entre ellas la humana, no sólo con los herbicidas, insecticidas y un
sinnúmero de sustancias químicas sino por la sinergia de esos productos (se
potencian unos a otros).
Que el
productivismo de mercancías, en lugar de la producción de alimentos, conlleva
exigencias desmedidas sobre el suelo, gastos desmedidos de energía no renovable
(petroleodependencia, biocombustibles, etc.), concentración de la tenencia y el
uso de la tierra; intrusión de capitales especulativos y de tecnología de punta
que compiten con trabajadores rurales, pequeños y medianos productores que son
víctimas de migración compulsiva a centros urbanos para transformarse
sólo en sujetos y objetos del consumismo, expulsados, desterrados.
Que estas
políticas agresivas, cuyo móvil fundamental es el lucro desmedido con el falso
argumento de ‘dar de comer a los más de mil millones que padecen hambre’…
produce desestabilización en la sociedad, flagrante pérdida de
biodiversidad y daños irreversibles en los eco-sistemas y en la salud del
hombre y demás especies. Aunque todo sea presentado con una pátina de progreso
y ciencia, que busca desacreditar a los que alertan sobre los peligros de este
sistema.
Que
existen estudios que indican que los transgénicos no aumentan la producción, y
sí aumentan la concentración de la actividad en pocas manos.
Que no
existe ninguna razón para poner en riesgo la semilla, el suelo, el ambiente, la
salud, que no sea la apropiación con fines de lucro, máxima ganancia y
acaparamiento de bienes que, en realidad, le pertenecen a la humanidad como tal
y ni siquiera eso, porque la tierra no es del hombre sino el hombre de la
tierra. Por eso mismo no cabría declarar al maíz, por caso, patrimonio de la
humanidad, ya que no lo es.
Que el
maíz debe ser reconocido por sus atributos y en sus variedades como alimento de
interés común, primero entre los derechos humanos a la alimentación y entre los
derechos a la vida de todos en el Abya yala y el mundo todo.
Que la
preservación del maíz en todas sus variedades y propiedades naturales es una
obligación de los pueblos y de sus instituciones en todos los tiempos; que su
apropiación descarada (al buen estilo de como hicieron los europeos desde
1492 con la humanidad y recursos de Abya yala) por parte de grupos y
grupúsculos que detentan desproporcionado poder económico y bélico es
ilegítima, y que el ataque a las maravillosas propiedades milenarias del maíz o
la puesta en riesgo de sus condiciones deben ser considerados atentados contra
la humanidad, el equilibrio del ambiente y la biodiversidad.
Que la
complejidad de la naturaleza, las influencias recíprocas de las especies en los
distintos lugares y en distintas épocas, no pueden ser comprendidas en su real
dimensión por la ciencia, de modo que no existe manera de conocer las
consecuencias reales de la modificación genética de los organismos.
Que en
algunos casos la ciencia ha determinado, dentro de sus limitaciones, que un OGM
puede ser inocuo para la salud pero se desconocen los efectos de su hibridación
con otros OGM, y de la cadena de efectos de los OGM sobre la naturaleza en
general a mediano y largo plazo.
Que están
comprobados los efectos nocivos de transgénicos sobre las abejas y otros
polinizadores, sin hablar ya del uso desaprensivo de insecticidas, lo cual
constituye una luz roja de alerta para la supervivencia de los insectos y de la
vida toda en el planeta.
Que el
sistema de riego masivo con herbicidas se ha convertido en un peligro grave
para la biodiversidad y la humanidad, en todo el mundo, y principalmente en
nuestros territorios del sur de Abya yala.
Que el
uso del suelo con agrotóxicos perpetúa un sistema extractivista a escala y
presiona para la tala rasa, todo contrario al poblamiento y a la equidad
demográfica y social con cuidado de la biodiversidad y de la sustentabilidad de
la economía.
Que la
soberanía de los pueblos sobre sus alimentos es un derecho humano esencial,
como resistencia al avance uniformador y expoliador del imperialismo en sus
distintas variantes; y que la especie humana debe velar por todo el ecosistema.
Que la
defensa sin concesiones del maíz se convertirá en un punto para empezar a
revertir el sistema de monopolios y engendros genéticos en todas las semillas
sin excepción.
Que las
inquietudes planteadas deben ser difundidas, estudiadas y debatidas en
universidades, organizaciones ambientales e instituciones diversas, y pueden
servir de base para los debates en torno de los transgénicos, las patentes
sobre las semillas, la producción con agroquímicos a escala y la relación del
hombre con la tierra y la biodiversidad.
Que el
maíz es prenda de unidad y conciencia independentista de los pueblos de Abya
yala.
Entre
Ríos, Argentina, enero de 2013.
Junta
Abya yala por los Pueblos Libres –JAPL-
Asociación
Gremial del Magisterio –Agmer- Seccionales Paraná y Federación
Programa
de Extensión “Por una Nueva Economía Humana y Sustentable” FCEdu-Uner-
Foro Artiguista Entrerriano
Foro Ambiental Waj Mapu
Grupo de Reflexión
Ambiental Mingaché
Andrés Petric, Juan José Rossi, Julio Majul, Luis
Lafferriere, Marcelo Verzegnassi, Marcos Tonina, Mario Alarcón Muñiz, Oscar
Milocco, Pedro Aguer, Ricardo Bazán, Santiago Fiorotto, Santiago García, Sergio
Daniel Verzeñassi, Víctor Hugo Sartori, Abel Schaller, Alberto Dorati, Jorge
Villanova, Mario Castaldo, Mario Daniel Villagra, Martha Bader, Mercedes
Fiorotto, Oscar Barbosa, Antonio Tardelli, Carlos Natalio Ceruti, Carlos Weber,
César Baudino, Daniel Tirso Fiorotto, Juan Antonio Vilar, Martín Barral, Fortunato
Calderón Correa, Laura Peter, Mauricio Castaldo, Ignacio González Lowi, Martín
Martínez, Fernando Iturriza, Aixa Boeykens, Philipp Tobías Edling… SIGUEN LAS
FIRMAS