Recordar con lealtad el Congreso de Oriente y evitar ambigüedades
Con vistas al bicentenario del Congreso de Oriente que se cumple este 29 de junio de 2015, la Junta Abya yala por los Pueblos Libres llama a recuperar el contenido revolucionario de la Liga de los Pueblos Libres.
La
fecha nos devuelve el mensaje diáfano de 1815. Todos, sin distinciones, podemos
bañarnos en esa fuente.
El
Congreso de Oriente se realizó en Concepción del Uruguay, en un ambiente
propicio a la unidad de la patria grande y la emancipación que llevaba ya
largos años bajo el liderazgo de José Artigas con este lema: La soberanía
particular de los Pueblos es el único objeto de nuestra revolución.
Soberanía
particular como voluntad popular comunitaria libre, regional, con caminos
trazados desde el pie, sin proscripciones, donde los mandatos o las representaciones
cesan en presencia de la asamblea; y con autonomía para cada grupo étnico, de
vivir con sus modos propios, sin imposiciones de ningún poder central.
Las
Instrucciones de 1813 y el izamiento de la bandera tricolor en todos nuestros
territorios en 1815 revelan la vocación independentista del Litoral, mientras
cierta dirigencia de Buenos Aires buscaba rey en Europa y llamaba “pata sucia”
al nativo.
La
semilla de la lucha federal halló campo fértil en la Banda Oriental, Entre
Ríos, Corrientes, Misiones, Santa Fe y Córdoba. En marzo de 1815 Eusebio Hereñú
proclamó en Paraná la Liga de los Pueblos Libres que nuestras provincias
integraron, a la vez que reconocían en Artigas el Protector.
Después
de derrotar en Guayabos al último ejército porteño que operaba en la Banda
Oriental al mando de Manuel Dorrego, en 1815, Artigas escribió al Gobernador de
Corrientes: “…yo he ordenado a todos los pueblos libres de aquella opresión,
que se levante una [bandera tricolor] para sostener nuestra Libertad e
Independencia. Así lo han jurado estos beneméritos soldados en 13 de enero de
este presente año…”
Izar
la tricolor fue una prueba de independencia, en la misma línea que las
Instrucciones. Por ese sueño se habían desangrado el charrúa, el guaraní, por
siglos.
Aunque
existen muchos documentos emitidos por los protagonistas en esos días, no hay
indicios que permitan afirmar hoy que el Congreso de Oriente haya declarado
formalmente la independencia, pero el clima era sin dudas independentista en el
Litoral. Las provincias de la Liga no enviaron diputados al Congreso de Tucumán
un año después porque su actitud independentista era pública, y también en
respuesta a la violencia que sufrían de la unitaria, antirrepublicana y
europeizante ciudad puerto.
En
homenaje a la claridad de las ideas y la coherencia de la revolución federal,
esta Junta llama a recordar el Congreso de Oriente, y alzar nuestra bandera
tricolor independentista, federal, arraigada en nuestra historia milenaria,
emblema que también cumple 200 años. A estudiar el bicentenario Reglamento de
tierras de setiembre, para advertir cómo los revolucionarios devolvieron
“suertes de estancias” a indios, negros, zambos, criollos pobres, viudas con
hijos. Lo que hoy debiera ser emulado con una profunda reforma agraria sustentable
(“con prevención que los más infelices serán los más privilegiados”), donde
capital financiero y corporaciones sean expulsados del suelo, sin más.
ARTIGAS
o ROCKEFELLER.
Es
nuestro deber inclaudicable honrar el verdadero sentido de la fecha. Y hacerlo
despojados de fantasías oportunistas, y prevenidos de los farsantes que hoy
gritan patria y juegan para Monsanto, gritan pueblo y se abrazan con
Rockefeller, Chevron, Barrick y los pooles y banqueros; gritan buitre y siguen
pagando una interminable deuda fraudulenta sin investigarla, a costa de la
exclusión de millones.
Debemos
reconocer la autenticidad de las sabidurías antiguas resumidas en la revolución
federal inconclusa. El neocolonialismo renueva en nosotros aquella prevención
con "los gringos que nos compran y los criollos que nos venden".
Es
muy contradictorio pretender la defensa de Artigas, fundador del federalismo
rioplatense, e imponer una política centralista que ahoga económicamente a las
provincias o las somete. Federalismo es letra muerta de la Constitución, y eso
indigna. Gobernadores como el actual de Entre Ríos, convertidos en marionetas y
mendigos de la Casa Rosada, son la cabal muestra del desvío. A los próximos les
queda seguir en la genuflexión o buscar remedio. Están advertidos: los
autócratas precisan siervos.
Llegamos
a esta fecha histórica con recelo, porque los gobernantes actuales iniciaron
una desvergonzada campaña de confusión, con la intención de colocar esos
tesoros, que son nuestras luchas y la sangre derramada por nuestros mártires,
al servicio de un partidismo en ruinas.
A
los compañeros maestros y profesores los convocamos a analizar con detenimiento
la propaganda publicada en estos días por el oficialismo en Entre Ríos, donde
pretende opacar la luz de Artigas con nombres que representan la usura y la
corrupción capitalista y la negociación inescrupulosa de espacios de poder. Hay
folletos que colocan el prestigio de Artigas al servicio de un gobernador y una
presidente del régimen. Estos gobiernos hacen las políticas que mandaron
Rivadavia, Rosas, Mitre y Roca, y manosean el nombre y el honor de Artigas, y
de las mujeres y los hombres que acompañaron aquella gesta. Es que, tras los
esfuerzos de los entrerrianos para exhumar el Congreso, el poder político
decidió secuestrar la fecha en vez de escuchar la voz de la historia. O en
otros casos optó por el menosprecio y la indiferencia. Para decir Artigas
deberán dar un giro de 180 grados. Nunca es tarde. En todos lados vamos tomando
conciencia, y surgen focos de resistencia por el ambiente, el trabajo, la
historia, las noticias, el territorio; resistencia a las arbitrariedades.
INDEPENDENCIA
ABSOLUTA
La
Revolución de la Banda Oriental expresada en nuestra Liga de los Pueblos Libres
fue popular, independentista, federal, y facilitó el acceso a los bienes
comunes a través de la distribución de tierras. Es nuestra raíz y nuestra meta.
Reunida
la Asamblea de 1813 en Buenos Aires, Artigas convocó al Congreso de las Tres
Cruces para enviar sus representantes. En abril de 1813 los diputados
recibieron sus Instrucciones claras y terminantes. Comenzaban así: Primeramente
pedirá la declaración de la independencia absoluta de estas Colonias, que ellas
están absueltas de toda obligación de fidelidad a la Corona de España y familia
de los Borbones y que toda conexión política entre ellas y el Estado de
la España es y debe ser totalmente disuelta. Otros artículos pedían la
organización de un Estado republicano y federal. Era 1813, las cosas estaban
claras. Por eso la Asamblea rechazó en Buenos Aires a los representantes
orientales y continuó buscando protección europea.
En
Europa, una vez derrotado Napoleón Bonaparte, los monarcas vencedores se
reunieron en el Congreso de Viena para instaurar un nuevo orden político; Gran
Bretaña, por su parte –única potencia industrial, comercial y naval- impuso el
principio de la libre navegación de los ríos, para su propio beneficio. Los
monarcas absolutistas formaron la Santa Alianza con vistas a restaurar y
asegurar su poder; y comprometieron su apoyo al Rey Fernando VII para recuperar
a sus colonias insurrectas. Pero Inglaterra, viendo amenazados sus logros en
América –el libre comercio- y sobre todo su hegemonía mundial, se valió
de su dominio sobre los mares para impedir todo paso a alguna escuadra
restauradora. Además, miles de soldados, oficiales y marinos británicos se
sumaron a las fuerzas de Bolívar y San Martín.
POR
QUÉ EL CONGRESO
La
actitud de la dirigencia porteña fue opuesta a la del Litoral. Desde la
Revolución de Mayo, los gobernantes de Buenos Aires -después de separar a los
integrantes de la Primera Junta más radicalizados: Moreno, Belgrano, Castelli-
iniciaron una política centralista y autoritaria (que aún se reproduce en el
siglo XXI y crece hasta la asfixia), sin voluntad ni convicción para
crear un Estado Nacional independiente. Siguieron invocando reconocimiento a
“nuestro amado soberano el señor D. Fernando VII”, mientras buscaban la
protección de una potencia europea, y algún príncipe desocupado para coronarlo
en el Río de la Plata.
Eso,
incluso, años después del Congreso de Tucumán de 1816.
Los
gobiernos porteños estaban empecinados en someter a Artigas o segregar a la
Banda Oriental y parte del litoral. Como siempre lo hacían después de ser
derrotados –para ganar tiempo y reforzarse para un nuevo ataque-, el Director
interino Álvarez Thomas envió en Comisión a Rivarola y Pico para negociar en
junio de 1815. No hubo acuerdo, y Artigas convocó al Congreso de Oriente
en Concepción del Uruguay.
Reunido
el 29 de junio, el Congreso decidió que sus integrantes, representantes de
Santa Fe, Córdoba, la Banda Oriental, Corrientes y Entre Ríos (los diputados
indios de las Misiones llegaron tarde), viajaran a Buenos Aires para negociar
la paz y la unión de todo el país. Álvarez Thomas ni siquiera los recibió, los
arrestó.
Los
diputados volvieron a sus provincias donde informaron sobre la gestión. Esas
arbitrariedades originaron serias incidencias posteriores.
En
este bicentenario, no pocos investigadores, docentes, agrupaciones culturales,
sindicatos, vecinos en general, realizan esfuerzos para rescatar del olvido el
Congreso de Oriente y los principios de la Revolución federal charrúa, gaucha,
negra, guaraní, hondamente sudamericana.
La
figura de Artigas (aquel revolucionario austero, comprometido con la causa, que
habitaba en un rancho y se sentaba en una cabeza de vaca), nada tiene que ver
con gobernantes ostentosos que son expresiones de la soberbia, el
enriquecimiento, el unitarismo, la corrupción, el negociado con sus amigos
capitalistas, la concentración de la tierra en pocas manos, el abrazo con las
multinacionales. Todas muestras del colonialismo del siglo XXI, que se pone
distintas máscaras para sostenerse y que, si irrita en los políticos,
avergüenza en las defensas ensayadas por entusiasmados pseudointelectuales
“coordinadores estratégicos del pensamiento”, con buena propaganda a favor, que
acomodan los argumentos según sopla el viento, y viajan bien pagos con los
recursos de los trabajadores para dar cátedra a la “barbarie”.
RACISMO
Artigas
devolvió territorios a los indios, les reconoció su derecho al autogobierno;
algunos lo llamaron el padrecito, el padre iluminado. Todavía hoy, los indios
siguen reclamando derechos por tierras ancestrales, reconocidas por la
Constitución y desconocidas por el poder; tienen que apelar a la lucha como lo
hacen los qom en el Gran Chaco o los mapuches en la Patagonia.
Hoy
no salimos del asombro, ante el atropello a los hermanos qom, wichí, pilagá y
nivaclé, entre otros, que pasan años mendigando una audiencia para tratar
gravísimos problemas territorios, sociales, alimentarios, racistas y de
represión mortal.
Millones
y millones para la trivialidad y el subsidio a los ricos y las campañas
electorales. Fiel a la maldición de Malinche, el poder es soberbio con los
nuestros y livianito con los de afuera. Son inocultables en la Argentina las
marcas del racismo, en las antípodas del artiguismo que dice Ansina, dice
Guacurarí, mientras que el mismo Estado promueve hoy el racismo y cultiva el
colonialismo interno occidental.
La
familia “real” gobernante, capaz de acumular decenas de estancias con sus
amigos, se presenta como la “civilización”. Nada nuevo bajo el sol.
La
política de escarmiento para debilitar y desacreditar las luchas, y de soborno
a los sumisos, es propia de la oligarquía y la alta burguesía, hoy bajo maquillaje
progre.
OFENSAS
Si
Artigas es independencia, resultan una cachetada a la revolución la entrega de
un predio al Ejército de China en la provincia de Neuquén, y la facilitación de
obras sin licitación al Estado chino en la actualidad, como antes lo hicieron
otros cipayos cuando emergían otros imperios, sean Inglaterra o los Estados
Unidos.
También
ofenden al artiguismo los acuerdos firmados por la Casa Rosada con cláusulas
secretas con China y Rusia, más su complicidad con los compromisos de otro gobierno
anterior (del mismo partido) en los acuerdos de Londres y Madrid, mientras
Inglaterra fortalece su presencia militar al acecho en Malvinas. A espaldas del
pueblo.
Artigas
expresa las culturas del maíz libre, el trabajo y la dignidad. Los gobernantes actuales
son la opresión de la semilla transgénica, el patentamiento de la semilla, la
contaminación del ambiente por varias vías, el reino del capital financiero, y
el soborno como sistema.
DESDE
EL SUMAK KAWSAY
Desde
nuestros pueblos antiguos volvemos a la armonía tradicional del humano en la
naturaleza (sumakkawsay – suma qamaña – vivir bien), a la vida complementaria,
al trabajo en comunidad con el permiso de la Pachamama, las luchas por la
dignidad, el cumplimiento de la palabra empeñada, el federalismo, la unidad. En
esas sabidurías arraiga la revolución federal que la plutocracia y la
cleptocracia se proponen enlodar.
Por
eso denunciamos la mezcla perversa de las luchas populares auténticas, con
los robos del poder actual de las grandes corporaciones y sus socios de la
política.
Por
la independencia, por la emancipación, por la preservación de la historia
auténtica para un futuro sin cadenas, por el silencio consciente de nuestros
pueblos frente a las declamaciones del poder, llamamos a tomar conciencia de la
gravitación de las luchas, con una mirada integral, sin ataduras.
Artigas
vuelve entero, con las Instrucciones, con el Congreso de Oriente, con el
Reglamento de tierras, con la revolución federal y todos sus desafíos, y con el
sentido cimarrón de nuestra banda roja.
Este
29 de junio es una fecha para nuestra felicidad y nuestro sacrificio.
JUNTA
ABYA YALA POR LOS PUEBLOS LIBRES –JAPL-
Paraná,
junio de 2015, en el bicentenario del Congreso de Oriente.
Firman:
Daniel
Tirso Fiorotto
Víctor
Hugo Sartori
Alberto
Dorati
Silvina
Suárez
Fortunato
Calderón Correa
Mario
Alarcón Muñiz
Carlos
Natalio Ceruti
Ricardo
César Bazán
Ignacio
González Lowy
Martín
Barral
Jorge
Villanova
Mario
Londero
Pedro
Aguer
César
Baudino
Julio
Majul
Juan
Antonio Vilar
Luis
Lafferriere
Claudio
Puntel
Oscar
Milocco
Andrés
Petric